Yo adoro las aves. Son mis animalitos favoritos ya que, en mi opinión, nos alegran la vida con sus trinos, gorjeos y cánticos que causan deleite a los oídos que gustamos de escucharlos y considero que son como un regalo para nuestro oído. Para mí, son los animales que más placer producen al oirlos porque a mi parecer nos llegan al corazón. Incluso a las ruidosas y chillonas gaviotas y a las vocingleras ánades me place escucharlas. Me arrulla su sonido y me siento acunada, mecida, arrastrada suavemente por el sonido y el viento que lo transporta.
No hay, a mi modo de ver, nada más agradable y relajante que estar sentado en un parque y oir el trinar tan melodioso de los pájaros que están allí revoloteando o sentados en las ramas de los árboles. Suelo, en ocasiones, recrearme con el piar de las aves que me procura gran sosiego y dicha, tanto en mi interior como en el oido, acústicamente hablando.Debe ser ciertamente deleitoso saber distinguir, discernir los diferentes cánticos, trinos de los variados pájaros que pueblan nuestra geografía. Simplemente maravilloso cual distinguir las voces de los amigos, así debe ser el conocer cómo suenan todos los pajarillos.
Pienso que los pájaros en cautividad llenan, seguramente, una casa con sus cantares alegres y constantes, incluso me han comentado personas que tienen uno que hacen como de despertador. Yo, desde pequeña, no puedo dejar de encontrarlos cautivos y apenados entre rejas.
Quizás a mí siempre me ha recordado el tener un pájaro en una jaula a la bellísima canción de Jorge Cafrune, El niño y el canario, que yo oía de adolescente y tiene, ciertamente, un poso de tristeza y el avecilla es un prisionero y esclavo de su cantar en la canción.
No obstante, es cierto que hay pájaros que están destinados a vivir en cautividad de la misma forma que hay animales domésticos que han perdido su lado más salvaje hace generaciones.
A mí me gustaba mucho, cuando era pequeña, el precioso romance "que por Mayo era por Mayo" que tantos escolares hemos estudiado durante años. A mí siempre me parecía triste y de una crueldad innecesaria el matar el infortunado pajarillo que era la sola fuente de alegria del prisionero y me decía que era malvado el que lo mató. Si se me permite, adjunto unos versos:
Por el mes era de mayo,
cuando hace la calor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero:
¡déle Dios mal galardón!
Me viene también a la mente la excepcional novela de la norteamericana Harper Lee que fué galardonada con el Premio Pulitzer titulada Matar un ruiseñor y que fué llevada al cine con gran acierto por Robert Mulligan, actuando el gran Gregory Peck y que obtuvo algún Oscar. Es de esas películas que te gusta tanto como el libro, en mi opinión, lo cual es harto dificil en muchas ocasiones.
Dicen del ruiseñor que es una de las mejores voces entre todas las avecillas que pueblan el mundo, al parecer y por eso el título del libro, si no recuerdo mal, y que se dice en una parte de él es que matar a un ruiseñor es imperdonable y cruel porque no hace nada malo, sólo cantar.
Ciertamente, no me agradan en absoluto, los pájaros de mal agüero, las aves carroñeras y las aves rapaces porque no son muy positivas para con otros congéneres ni para ellos mismos, creo. Además, como se suele decir, el mundo podría considerarse dividido entre halcones y palomas, los primeros siempre hostigando, acosando, arrinconando, amedrentando a las inocentes palomas.
Es también cierto que se podría hacer otra división entre los seres humanos, como se dice, entre los patos, siempre chillando, vocifereando y sin hacer gran cosa y las águilas que vuelan alto, majestuosas, trabajando, sin hacer ruido ...
Dependerá de nosotros cómo queremos ser y dónde queremos ubicarnos ...
Me encanta la reflexión final. Gracias Nefertiti.
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