domingo, 15 de enero de 2012

Privilegios . El arco del Deán

Todas las ciudades antiguas, y Zaragoza es una gran ciudad desde hace 2000 años, tienen el privilegio de contar con monumentos antiquísimos, a la sazón conviviendo con edificios, en entornos modernos.
Pasear una calle que han pisado las legiones romanas, arrodillarse en una iglesia que ha presenciado el crimen del Gran Inquisidor, rodear lo que un día fueron Murallas que protegían la entrada de la ciudad,… es un tal privilegio…es, como tomarse un café con la Historia.
Zaragoza tiene rincones bellísimos donde descansar, hacer un alto en el camino, mientras se contempla algún hermoso monumento. Es el caso del Arco del Deán, un bar situado en pleno barrio de la catedral de La Seo, en la calle Palafox  - ¡lo que contarían esas calles si pudieran hablar!-. El bar por dentro es bonito, original, su decoración decadente, personalmente me encanta. Tiene varios ambientes y salas, y la música no interfiere “el ruido de la vida”, pero lo mejor de todo: su terraza, enfrente de la casa de Palafox, del Palacio Arzobispal y del Arco del Deán al que debe su nombre. Además al lado tiene su sede una ONG que se llama “Estrella de la mañana” Visitadlo, no os arrepentiréis. Os lo recomiendo.

Maestros

El último post del año 2011, lo dedicaba a diversos autores cuyas canciones tenían algún significado especial en mi modesta biografía. El primer post de este año recién estrenado 2012, quiero acordarme de mis maestros, de las personas que considero han tenido una influencia decisiva en mi vida en mayor o menor medida.
Para empezar, tengo que citar obligatoriamente a mi madre, cuya influencia como es lógico rebasa los límites del magisterio, pero, puesto que ella era maestra y una muy buena maestra tuvo sobre mí -su hija y principal alumna- un enorme ascendente.
Por ella aprendí a leer a los tres años, era bilingüe a los siete, estaba en el cuadro de Honor del instituto Miguel Servet  a los diez. Aunque ella murió cuando yo tenía sólo once años, tuvo tiempo de enseñarme muchas cosas, quería que aprendiera idiomas, solfeo, poesía, matemáticas…. Era una persona amante de la cultura con mayúsculas, y convencida de que ésta era un instrumento que podía mejorar nuestras vidas. Gracias a mi madre pude refugiarme en los libros cuando ella murió, así que empecé a nutrirme de los clásicos a falta de sus consejos y desde entonces los libros siempre han sido y son mi casa.
 Otra persona de gran influencia para mí fue mi padre –pintor artístico-,  el hecho de  nacer y vivir entre caballetes, pinturas y lienzos, hizo que viera para siempre la vida “encuadrada” y tuviera gran sensibilidad a los colores. Mi prima Cristina Miñana bailarina y coreógrafa de ballet clásico, también ayudó a conformar mi sensibilidad y forma de mirar las cosas. Desde que era pequeña siempre que escucho una música veo mentalmente su correspondiente coreografía
De mis profesores, destaco al profesor Pellicer, de Literatura. Me fascinaban sus clases, sus conocimientos y la pasión con la que nos lo trasladaba. Entre los 15 y los 16 años todas las asignaturas tenían para mí un atractivo irresistible, estaba aprendiendo la vida y todo me apasionaba, creía descubrir a cada paso “el secreto de la existencia”. Así, la filosofía, la física, la química, la lingüística, la religión, el arte, hasta el ajedrez me entusiasmaban. Al pasar del Instituto  a la Facultad de Magisterio tuve la suerte de seguir contando con el profesor Pellicer, que siguió siendo mi preferido también en la carrera.
De mis estudios académicos -Bachiller, Magisterio, Licenciatura en Filología Inglesa y Master en Sociología- lamentablemente no puedo destacar ningún docente salvo el ya comentado Pellicer que fuera capaz de despertar en mí la curiosidad y la pasión por el conocimiento. Es a mi familia a la que debo fundamentalmente mi amor por el estudio.
Afortunadamente ha habido otros maestros fuera del ámbito académico, pero esto será objeto de otro artículo.